Economísta medioambiental. Director de Ihobe, Sociedad Pública de Gestión Ambiental del Gobierno Vasco.
El Panel Internacional de Recursos del Programa de la ONU para el Medio Ambiente exige cambios radicales para que la humanidad viva dentro de los límites biofisicos del planeta y reduzca en un tercio la subida prevista en el consumo de los recursos. Bajo el título Visión de los Recursos Mundiales 2024, esta misma organización señala la necesidad de garatizar, al mismo tiempo, el crecimiento económico, la mejora del bienestar y la minimización de los impactos ambientales. Todos y todas somos conscientes de que estamos ante cambios muy complejos de conseguir a corto plazo.
Conviene recordar que nuestras economías se han construido sobre la continua extracción, utilización y vertido de recursos durante demasiado tiempo. El uso de materiales y recursos se ha triplicado en los últimos 50 años y sigue creciendo cada año, un 2,3% de media. El citado informe señala que el uso desproporcionado de estos materiales incide en el calentamiento global, en la contaminación de los ecosistemas, el aumento de las desigualdades y el despilfarro de los recursos financieros. Y por si esto fuera poco, se espera que la extracción de materiales aumente un 60% para el 2060. Esta situación podría dejar sin efecto tanto los esfuerzos por alcanzar los objetivos globales de clima y biodiversidad, como el desarrollo económico y el bienestar humano.
En la actualidad, la extracción y procesamiento de recursos generan más del 60% de las emisiones que calientan el planeta y el 40% de los efectos que la contaminación atmosférica tiene sobre la salud. En palabras de Inger Andersen, directora del PNUMA, «la única manera de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible es reducir la intensidad en el consumo de los recursos naturales en los sectores de movilidad, vivienda, alimentación y energía».
En el caso de los países con un nivel de consumo muy elevado -como los países europeos-, se estima que el uso de recursos mundiales podría reducirse en un 30% prestando especial atención a la reducción del nivel de consumo de energia y materiales. Aún con estas reducciones la economía mundial podría seguir creciendo, mejorando las condiciones de vida y respetando los límites del planeta.
Europa mantiene su referencialidad en política medioambiental. Actualmente, su tasa de circularidad es del 11,50%, pero está lejos del objetivo de duplicarla para el 2030. Según detalla el informe Accelerating the circular economy in Europe–State and outlook 2004, a nivel mundial, Europa es la que más material reclicado utiliza proporcionalmente. Eso sí, el ritmo actual de los avances aleja la posibilidad de alcanzar los objetivos de circularidad.
Pero, ¿cómo podemos utilizar los recursos que nos proporciona nuestro planeta de forma sostenible y responsable?
Sin duda, esta es la clave, lo que está en el fondo del debate. Estas son algunas de las recomendaciones que podemos encontrar:
Primera: definir el uso sostenible de los recursos en los planes de gobierno y establecer objetivos para la productividad y el consumo. Euskadi lo ha hecho en su Estrategia de Economía Circular 2030. Objetivos 30-30-30. Ambiciosos, pero alcanzables.
Segunda: orientar las finanzas para que éstas reflejen los costes reales de los recursos en la estructura de la economía (es decir, regulación, impuestos, infraestructuras, etc.). Euskadi ha comenzado este camino, incorporando al mundo financiero en la evaluación de la sostenibilidad, con un ambicioso plan de residuos y con instrumentos pioneros como deducciones fiscales, listado de tecnologías limpias, impuesto de vertido, etc. Pero nos queda mucho por hacer. Debemos agilicar el cambio hacia una economía circular. Necesitamos tiempo, y nuevas infraestructuras de gestión de residuos, para volver a convertir los residuos en recursos y avanzar con firmeza hacia el vertido cero.
Tercera: garantizar que los consumidores disponen de la información adecuada, que tienen acceso a bienes y servicios sostenibles y que los costes reales medioambientales y sociales de los bienes se reflejan en los precios. Estas medidas deben ir acompañadas de una regulación que no favorezca o prohíba opciones que necesiten de muchos recursos, como es el caso de los productos plásticos de un solo uso. Por último, se propone el desarrollo de soluciones circulares y modelos de negocio que tengan en cuenta el ecodiseño, la reutilización, la reparación y el reciclaje.
Si el planeta avanza en esta dirección, se prevé que la extracción de recursos alcance su máximo valor en 2040. Las emisiones de gases de efecto invernadero se reducirían en más del 80%, la economía mundial crecería un 3%, y el índice de desarrollo humano mejoraría un 7%, impulsando ingresos y bienestar. La distribución de los recursos sería más justo.
Es posible y rentable -esto es lo más importante- desaclopar el crecimiento económico del uso de los recursos y de los impactos medioambientales que generan. No hablamos sólo de reciclaje. Lo que decimos es que el modelo de crecimiento lineal actual puede ser sustituido por modelos circulares: sistemas que mantengan los materiales en condiciones de uso durante el mayor tiempo posible, repensando cómo diseñamos y entregamos los bienes y servicios.
En cualquier caso, para poder alcanzar el éxito de la economía circular a gran escala, es necesario que las grandes cantidades de materias primas secundarias de alta calidad vuelvan a ser útiles para la producción. Y debemos dar pasos en esta dirección, pues Europa, por sí sola, no puede detener el uso insostenible de los recursos de todo el planeta. Por ello, será imprescindible disponer de un marco sólido de gobernanza sobre el uso de los recursos y la economía circular.
En este contexto, las empresas vascas tienen un reto, que también es una oportunidad, que nunca han tenido. La economía circular ofrece una visión que aborda las preocupaciones medioambientales, impulsando la competitividad empresarial. Va más allá de la reducción de la huella de carbono; trata de repensar y reinventar la actividad de las empresas y así incidir positivamente en el planeta y el accionariado.
Debemos tener en cuenta que las materias primas representan entre el 40 y el 60% de los costes de las empresas industriales en Euskadi. Las actividades en economía circular reducen los costes de las materias primas, lo que repercute positivamente en la competitividad y sostenibilidad de las empresas. Además, la economía circular es uno de los pilares fundamentales en la acción para mitigar el cambio climático, ya que la innovación y el ecodiseño suponen una reducción de más del 40% de gases de efecto invernadero, limitando los despilfarros de producción y mejorando el reciclaje de materiales como el acero, el aluminio, el plástico o el cemento.
Numerosas empresas vascas son ya referentes a nivel europeo en este ámbito. La economía circular no es sólo una opción empresarial estratégica, sino también una necesidad para quienes aspiran a ser líderes en el siglo XXI. Es un reto gigantesco, pero me alegra saber que poco a poco las organizaciones empresariales están haciendo suyo este reto. Tal y como reivindica el copresidente del Panel Internacional de Recursos, Janez Potočnik, «no hay que aceptar que la forma de satisfacer las necesidades humanas sea intensiva desde el punto de vista de los recursos; no se puede seguir impulsando el éxito económico basado en la extracción».