Sonia Etxenausia Ross

Consultora de igualdad de género. Cooperativa EMUN.

Blogera itzuli
Igualdad

Gracias a las reivindicaciones del movimiento feminista, la garantía de igualdad de trato y oportunidades en el empleo y la ocupación está presente en las agendas políticas. En el mundo empresarial empieza a nacer cierta conciencia sobre la necesidad de abordar la igualdad de género. Y están sobre la mesa de nuestras cooperativas las normativas relativas a la igualdad de género.

Los valores fundacionales de la experiencia cooperativa de Mondragón nos ofrecen la oportunidad de tener cimientos sólidos para avanzar en el camino hacia la igualdad. Decir que la igualdad es uno de nuestros principios y valores es una condición básica para empezar a trabajar.

Pero la realidad y nuestro contexto actual es distinto. La sociedad, y en general el mercado laboral, mantiene a las mujeres en una situación de desigualdad con los hombres, y las cooperativas no son una isla aislada. Nuestros modelos cooperativos se construyeron desde una perspectiva androcéntrica, es decir, situando a los hombres en el centro. Ahora, sin embargo, necesitamos modelos cooperativos renovados que se alcancen el nivel de las reivindicaciones y retos sociales, que tengan un compromiso y una responsabilidad más exigente con la igualdad.

La cultura empresarial influye directamente en los procesos de socialización de la comunidad. Dedicamos gran parte del día al trabajo productivo, y por eso, el impacto que puede tener el fomento de una cultura más igualitaria en este espacio puede ser multiplicador. Todos los esfuerzos que se hacen para incorporar en nuestras cooperativas prácticas basadas en la justicia social, no sólo abren la posibilidad de enriquecer la organización y las personas que formamos esa organización, sino también de enriquecer nuestra comunidad.

Nuestra idea y posicionamiento teórico en materia de igualdad género, debe basarse en la práctica, lo que nos exige un proceso consciente. Es evidente que vivimos en una sociedad que reproduce comportamientos y dinámicas machistas. Muchos de estos comportamientos están normalizados y los reproducimos y padecemos todas las personas. Por tanto, es una responsabilidad común identificar y corregir dichos comportamientos.

Si a corto plazo queremos vernos ante un escenario más igualitario, estas son tres de las estrategias que podemos poner en marcha:

Planes de igualdad con perspectiva de género real. La adaptación de la Ley de Cooperativas nos brinda una oportunidad inmejorable para diseñar e implementar planes de igualdad de género con un objetivo claro y unas bases sólidas. Dejar de lado los planes de igualdad que se quedan en papel mojado y aprovechar el momento de diseñar planes de igualdad eficaces que incluyan acciones transformadoras y valientes para lograr la igualdad real es una de las estrategias más importantes para la transformación.

Sesiones de formación y sensibilización. Tomar conciencia de la situación es el punto de partida para transformar cualquier contexto. Detectar y explicitar las desigualdades que vivimos en el ámbito laboral nos permitirá ser conscientes de las situaciones de discriminación existentes.

Crear espacios para el empoderamiento de las mujeres y la deconstrucción de los hombres. Ya hemos comentado que vivimos en una situación de desigualdad. Las tareas a realizar según al colectivo que pertenezcamos será distinto. Una vez tomada conciencia de nuestros comportamientos, deconstruirlos y crear espacios para construir nuevos comportamientos es otra de las herramientas más eficaces para hacer frente a la desigualdad de género.

El cooperativismo debería ser un modelo empresarial exigente en cuanto al compromiso y responsabilidad hacia las personas socias. Es el momento de actualizar el principio de igualdad que mantiene desde su creación y dar pasos desde la corresponsabilidad.

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